Por Mauro Anzola
Con el fin de promover la reflexión acerca del papel de los medios de comunicación en la democracia, la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993 convocó a los países miembros a través de la Unesco a conmemorar el 3 de mayo, como el día mundial de la libertad de prensa con el fin de “fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática» Hoy debemos reflexionar sobre este principio de buena fe, que parte la ONU en su declaratoria.
A parte de los obstáculos conocidos para la labor del periodista en el mundo, y del cual cada 3 de mayo o 9 de febrero (día del periodista) recordamos, especialmente en países en donde la violencia y la corrupción inciden altamente en la sociedad, los comunicadores debemos abrirnos paso en una sociedad a veces sorda y ciega ante la violación del derecho a informar y ser informado, ante los desafíos tecnológicos que imponen las nuevas tecnologías de la comunicación, y uno que otro dirigente con rabo de paja o simplemente ignorante de la importancia de la comunicación en su organización… ¡Ah bueno! y no puede faltar el “chuzado”, término utilizado para definir al periodista, defensor de derechos, líder popular o persona de a pie víctima del espionaje -Ya sabemos de dónde-, tema muy sonado por estos días.
La lucha del periodista no se limita a lo referido anteriormente, -además, y a lo que conduce esta reflexión-, es que, en pleno siglo XXI tenemos que lidiar con entidades, empresas públicas y privadas que no garantizan el derecho a la información clara, concisa y equitativa en un estado social de derecho (El Estado Social de Derecho es el marco jurídico político propuesto en la Constitución de 1991, dentro del cual los colombianos pretendemos construir unas nuevas relaciones con la naturaleza, basados en principios y valores como la vida, prevalencia del interés general sobre el particular, solidaridad, protección de las riquezas culturales y naturales, dignidad humana y participación ciudadana) y ahora también, en plena pandemia.
Los puritanos dirán que recurramos al derecho de petición. Pero no, hay información que debe ser ofrecida con inmediatez, y no da espera los términos de este mecanismo.
Se debe garantizar el derecho de informar y de estar bien informado.
Lo que se debe hacer en orden lógico de acción, es: Exigir al gobernante, gerente o director, el reconocer la importancia de la participación ciudadana a través de la divulgación de la información; asignar y administrar recursos para implementar oficinas dedicadas a la ciencia de comunicar a través de los centros de atención al ciudadano, comunicaciones o en pequeñas dependencias con personal idóneo en el tema y con herramientas que le faciliten llevar a cabo su labor; generar piezas comunicativas claras, elegantes, atractivas al lector, unificando la imagen para no generar confusión en el usuario o tentación al plagiario, utilizando un lenguaje claro y conciso como dictan las pautas básicas del periodismo; definir estrategias en planes de comunicación; generar espacios de participación para medios de comunicación -cómo diría mi madre: que no toque rogarle! para una entrevista.
Toda persona tiene derecho a opinar, pero no, a informar.
Informar es un acto de responsabilidad. Y es que una cosa es compartir información a través de las redes sociales y en el “chat”, otra muy diferente, es generar contenidos para ellas, -y no todo tiene que ver con diseños bonitos y atractivos o escribir con ortografía y gramática. La responsabilidad de informar bien y con ética, están implícitos en la profesión del periodismo, consagrada y arbitrariamente desestimada en sentencia que falló la Corte Constitucional en 1998, eliminando la denominada ‘ley del periodista’ tras argumentar que ésta coartaba la libertad de expresión; esto no implica, que cualquiera pueda ejercer esta función social; quien pretenda ser periodista debe prepararse profundamente, entendiendo conceptos, criterios, formas y características de los medios de comunicación, teorías de la comunicación y géneros periodísticos; y aún más importante, acoger El código deontológico del periodista documento que recopila los principios éticos que fundamentan el ejercicio de los comunicadores y los cuales deben ser nuestro “credo”:
- El respeto a la verdad.
- Estar abierto a la investigación de los hechos.
- Perseguir la objetividad, aunque se sepa inaccesible.
- Contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas.
- Diferenciar con claridad entre información y opinión.
- Enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho.
- Respeto a la presunción de inocencia.
- Rectificación de las informaciones erróneas.
Debemos hacer un llamado al congreso de nuestro país para que se legisle juiciosa y seriamente acerca del ejercicio del periodismo, definir y delimitar la labor, en últimas, quien se beneficiará será el lector, y los periodistas valorarán y respetarán más su profesión.
Veracidad en la información
Otro fenómeno que no deja bien parados a los periodistas y medios de comunicación son las noticias falsas, que muchas veces se publican sin verificar su autenticidad, algunas ocasiones por el afán de la primicia “chiva”, y en otros casos por el desconocimiento del sector, mala redacción, y mala interpretación de datos y estadísticas. Los “fake news” o noticias falsas, comunes en personas ajenas al periodismo, han filtrado algunos medios y periodistas con poca experiencia o falta de pericia para identificarlas.
Aunque está estipulado como un delito, son pocos los casos que se denuncian por varios motivos, la lentitud de los procesos y el desgaste que este genera en los interesados, entre otros; la ley estipula en el artículo 220 y 221 del código penal, sanciones por los delitos de injuria y calumnia, en donde una persona puede afrontar penas que van desde de 16 meses a cincuenta y cuatro (54) meses de cárcel y multa de diez (10) a mil (1.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes.
Por otro lado, el gobierno nacional ha implementado un grupo especial que busca a los malintencionados que divulgan información falsa sobre el coronavirus, pero igual, estamos cortos en legislar para imponer penas severas a quienes difundan información falsa.
En conclusión, el día de hoy debemos reflexionar, los periodistas: acerca de cuál es nuestra situación frente al estado, ayer sin legislación para nuestra protección, ingresos y garantías para ejercer nuestra labor; y hoy, cuando muchos necesitarán un impulso para volver a comenzar luego de la crisis por el coronavirus, debemos defender la profesión, sentirnos orgullosos y exigir cada día una mejor calidad y profesionalización del medio; y por otro lado los ciudadanos, nuestros lectores, deben exigir cada vez más, mejores contenidos, mayor investigación y sobre todo saber escoger a quien ver y a quien creerle. Cuando dude o le parezca asombroso, corrobore la información con otros medios o en páginas de su confianza.